miércoles, 4 de febrero de 2015

Caza en casa

Durante la hora de la comida últimamente he empezado a hacerme muchas preguntas existenciales sobre los animales, los que adoro como los perros, los que odio como los gatos, los que no planeo dejar de comer nunca como los peces y mariscos, y los que me duele comer de forma literal y figurada. No juzgo a la gente que come animalitos (o tal vez sí), pero me pregunto todo el tiempo ¿qué tan coherentes somos a la hora de hacerlo? por ejemplo, yo respeto a la gente que caza su propia comida, si tienes el carácter y el temple frío para matar un animal lo mínimo es que te lo comas y lo aproveches. Tristemente ese no es mi caso, lo que me hace sentir muy hipócrita; no me atrevería jamás a desangrar un puerquito o vaca, pero camino sin pena por los pasillos del Walmart donde tranquilamente uno puede escoger su muertito empaquetado, sin restos de sangre que nos manchen los pies y las manos, que nos recuerde cómo fue que llegó ahí. Eso me conflictúa.


Algo que valoro cada vez más en la vida es el tratar de ser coherente, es complicado, pero creo que es muy valioso como persona; mi relación con la carne ha sido siempre parecida a la que tengo con el cigarro, va y viene, pero creo que nunca antes lo había valorado seriamente desde el punto de vista ético. ¿Me atrevería a matar a un pez? sí, por lo tanto puedo comerlo. Me atrevería a matar a un cerdito que entiende, es inteligente y sufre, no. ¿entonces qué derecho tengo de comerlo? Adiós tocino y bife, fueron buenos tiempos (o tal vez no).

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